El Chamberí de Carlos Lamela

​ Lo mejor para conocer las calles que uno transita es desprenderse de los lugares comunes y los errores que la historia ha ido acumulando en las orillas del tiempo. Chamberí, quién lo diría, no es un barrio, sino un distrito que, en concreto, se subdivide en seis barrios diferentes. Es algo que acabo de aprender después de vivir más de 15 años entre sus calles, tiendas y avenidas. De hecho, casi podría haber nacido en una de esas calles, pues mi madre me dio a luz en la maternidad de O’Donnell en una época que aún no era infrecuente nacer en casa.

 

Este es un barrio que he habitado, con mucha felicidad, durante largos años. ​ Con el tiempo aprendí que un distrito es más “importante”, en términos de población, que un barrio. Hoy, Chamberí alberga las vidas de 137.000 habitantes, ​ muchas más que varias capitales de provincias españolas.

Esto es el presente, pero no se puede andar sus calles sin conocer el pasado, y Madrid, al igual que casi todas las grandes ciudades, crece de forma concéntrica. De dentro hacia afuera. Primero fue la “almendra central”, con todas sus reminiscencias árabes. Es el origen. El transcurrir del tiempo traería otros aires, otras voces. Felipe II, un rey cuya pasión por la pintura impulsó el Museo del Prado, convirtió Madrid en la capital de España allá por 1571. A la corte madrileña le acompañó la explosión demográfica. Se pasó de los 200.000 habitantes de 1700 a los 300.000 de 1800. Y “nuestro” Chamberí tenía una cartografía diferente. Casi toda el área que hoy ocupa eran tierras de labor, con caseríos aislados a los que se unía iglesias, conventos o cuarteles, ya existentes. Este Madrid denso y consolidado lo retrató admirablemente Pedro Texeira, en su fantástica vista aérea de la capital editada en 1656.

 

El crecimiento, inevitablemente, esto es algo que se sabe desde la Antigüedad, acarrea problemas logísticos. El agua era un desafío monumental. Ese pequeño río-arroyo que era el Manzanares apenas generaba caudal suficiente para abastecer una gran urbe. La solución fue una impresionante obra de ingeniería: el Canal de Isabel II, creado bajo el reinado de la soberana, y que aportaba a Madrid el agua que precisaba. En su día, fue una de las mayores obras mundiales de ingeniería.

Espronceda 32

El agua, y su carestía, dejaban claro que Madrid tenía que crecer. Hacía falta un gran urbanista que diera orden a una ciudad que, con todos sus lastres, quería ingresar en la modernidad de Europa. Pedro María de Castro fue el elegido. Se ocuparía del Ensanche de la capital. Para ello utilizó como referente, salvando las distancias, el proyectado por Haussmann para Napoleón III en París. Era un tiempo de competición, en el que las grandes urbes europeas (Bruselas, Barcelona, Viena, Berlín, Milán y, desde luego, París) rivalizaban por crear los planes más novedosos y elegantes.

 

La solución adoptada por Pedro María de Castro fue una geometría brillante y bien pensada. Estableció como nuevo límite exterior un gran vial de ronda, en forma de semioctógono, y dividió su espacio interior a modo de una gran cuadrícula. Además aportó su visión. Creó algunos viales secundarios en ejes a 45º, diseñó sus avenidas, viales, manzanas, plazas, plazuelas. Dentro de este espacio nacieron las tres o cuatro áreas más importantes: pero destacaban, sobre todo, Salamanca y Chamberí.

Espronceda 32

Como es sabido, el distrito de Salamanca fue monopolizado por el Marqués que lleva su título nobiliario. Fue un hombre muy importante en aquella época. Buscaba esa modernidad que irradiaban otras ciudades de Europa. Pero, al igual que muchos visionarios y emprendedores, quiso abarcar operaciones muy complejas e ingentes, como la edificación de una semiciudad. Se arruinó. Pero su nombre aún designa a uno de los barrios más señoriales de Madrid.

 

Chamberí tuvo otra vida. Distinta. Primero, nació con un objetivo más modesto y popular. Tampoco había un mecenas detrás. ​ Esa frase tan castiza: “Soy madrileño de Chamberí”, procede más de la tradición que de la historia. Porque su nombre, su toponimia, quién lo diría: proviene de Francia. Chambery es como se llama una preciosa ciudad del país galo. El nombre le fue dado por un Regimiento militar francés, originario de esa zona, que se estableció en esas tierras madrileñas durante la ocupación francesa de España en el siglo XIX.

 

Derrotados los franceses, el área empezó a tener su propia personalidad y a lo largo de la primera mitad del siglo XX ya tenía su configuración actual. Esto demuestra cómo las ciudades se construyen lentamente y son fruto de sus muchas historias y acontecimientos; además de sus largos años.

Modesto Lafuente 26

En el Chamberí de hoy suceden otras vidas. En este distrito tan querido se mezclan muchos mundos. Zonas, escribamos, más lujosas con otras, quizá, más bohemias o populares. Pero todas desprenden una sincera dignidad, y algunos edificios son de una factura maravillosa. Muestra de esa suma de sumas que es la arquitectura madrileña.

 

En lo personal, el distrito de Chamberí ha sido mi casa. Mi hogar. Viví cinco años en esa pequeña pero bellísima calle que es Españoleto. En el número, 26. Y a veces recuerdo el final del poema Regreso al hogar, de la premio Nobel Louise Glück: “Miramos el mundo una sola vez, en la infancia. El resto es memoria”. Fue mi primera vivienda de soltero y de casado. Unos 70 metros cuadrados en los que vivimos entre 1988 y1993. Después hubo cambios. De 1995 a 2007 encontré un ático en una finca que hacía esquina entre Fernández de la Hoz y García de Paredes. Un dúplex estupendo, donde mi mujer y yo tuvimos a nuestros hijos. Desde ahí, toda la familia “emigró” a Hortaleza. Una casa proyectada por mí y donde residimos actualmente.

 

Sin embargo, nunca nos hemos ido del todo. La primera vivienda de mis padres, y donde nacimos los dos hermanos mayores, de los cuatro que somos, Beatriz y yo, estuvo durante tres años en la calle General Goded (hoy General Arrando) dando esquina a Zurbano. Vamos, a pocos metros del número 26 de Españoleto.

 

Pero la memoria, lo hemos visto, permanece. La vivienda más importante para nosotros siempre fue el ático de Fernández de la Hoz. Lo recuerdo muy bien. Tenía una bella terraza, y desde nuestro salón y dormitorio daba frente a frente al gran reloj de la torre de la Iglesia de la Milagrosa. Entonces ese reloj marcaba todas las horas del día, con todas sus medias y sus cuartos y, por supuesto, el Carrillón de mediodía. Pensábamos que nos íbamos a volver locos con ese continuo tañido. Pero nos acostumbramos de tal forma que acabamos por no oírlo; y ahora todos lo echamos mucho de menos.

 

Hay que recordar que, antes, los relojes de las iglesias podían funcionar sin interrupción. Actualmente la normativa acústica no lo permite. Era otra época.

Modesto Lafuente 26

Cuando salíamos a la calle, la vida, esas nubes y esos rayos de sol que pasan, era muy agradable. Caminar por sus calles, llenas, curiosamente, de mercerías; o las confiterías y pastelerías repicando los aromas de los obradores.

 

El destino, que siempre es una condición indispensable del ser humano, ha hecho que Estudio Lamela, la oficina que presido y que fundó mi padre, Antonio Lamela, haya proyectado varios edificios muy trascendentes en este extraordinario distrito. Por ejemplo, las Torres de Colón, importantísimo complejo de la ciudad de Madrid y en cuya batalla por la preservación de su estructura estamos inmersos. Existen otras muestras de esta profunda presencia, como el edificio Génova, 27 (antigua sede bancaria) o “La Pirámide”.

 

Curiosamente, o no tanto: pues, el destino es una presencia constante, hemos proyectado recientemente tres edificios de viviendas, que están tan cerca que casi podrían entablar un diálogo entre ellos. Espronceda, 32; Bretón de los Herreros, 44 y el edificio de Modesto Lafuente 26, semiesquina con la calle José Abascal, que, por cierto, ha sido galardonado con el prestigio premio Asprima-Sima, por su relevante arquitectura.

 

Estas tres actuaciones, de las que estamos muy orgullosos y satisfechos, ayudarán a dar a nuestro querido distrito su necesaria renovación, pero manteniendo siempre las características urbanas de este lugar tan bien pensado, consolidado y atractivo.

 

¡Larga vida a nuestro querido distrito de Chamberí, y, por supuesto, también a su madre, la preciosa ciudad francesa de Chambery!

Firmado Lamela

¿Te imaginas vivir en el mejor Madrid y en un ático firmado por Estudio Lamela?

 

Sólo 2 áticos disponibles

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Datos:

Avenida del Arroyo del Santo, 28042 – Madrid

915 743 600

Equipo:

·​ Presidente: Carlos Lamela

·Director oficina de México: Carlos Gomez-Chinchón

 

Proyectos emblemáticos:

Centro Canalejas

T4- Aeropuerto Madrid-Barajas

Oficinas Centrales Airbus Madrid

Nueva terminal Aeropuerto Schiphol Amsterdam

El Chamberí de Carlos Lamela

Lo mejor para conocer las calles que uno transita es desprenderse de los lugares comunes y los errores que la historia ha ido acumulando en las orillas del tiempo. Chamberí, quién lo diría, no es un barrio, sino un distrito que, en concreto, se subdivide en seis barrios diferentes. Es algo que acabo de aprender después de vivir más de 15 años entre sus calles, tiendas y avenidas. De hecho, casi podría haber nacido en una de esas calles, pues mi madre me dio a luz en la maternidad de O’Donnell en una época que aún no era infrecuente nacer en casa.

 

Este es un barrio que he habitado, con mucha felicidad, durante largos años. ​ Con el tiempo aprendí que un distrito es más “importante”, en términos de población, que un barrio. Hoy, Chamberí alberga las vidas de 137.000 habitantes, ​ muchas más que varias capitales de provincias españolas.

Esto es el presente, pero no se puede andar sus calles sin conocer el pasado, y Madrid, al igual que casi todas las grandes ciudades, crece de forma concéntrica. De dentro hacia afuera. Primero fue la “almendra central”, con todas sus reminiscencias árabes. Es el origen. El transcurrir del tiempo traería otros aires, otras voces. Felipe II, un rey cuya pasión por la pintura impulsó el Museo del Prado, convirtió Madrid en la capital de España allá por 1571. A la corte madrileña le acompañó la explosión demográfica. Se pasó de los 200.000 habitantes de 1700 a los 300.000 de 1800. Y “nuestro” Chamberí tenía una cartografía diferente. Casi toda el área que hoy ocupa eran tierras de labor, con caseríos aislados a los que se unía iglesias, conventos o cuarteles, ya existentes. Este Madrid denso y consolidado lo retrató admirablemente Pedro Texeira, en su fantástica vista aérea de la capital editada en 1656.

 

El crecimiento, inevitablemente, esto es algo que se sabe desde la Antigüedad, acarrea problemas logísticos. El agua era un desafío monumental. Ese pequeño río-arroyo que era el Manzanares apenas generaba caudal suficiente para abastecer una gran urbe. La solución fue una impresionante obra de ingeniería: el Canal de Isabel II, creado bajo el reinado de la soberana, y que aportaba a Madrid el agua que precisaba. En su día, fue una de las mayores obras mundiales de ingeniería.

Espronceda 32

Datos:

Avenida del Arroyo del Santo, 4, 28042 – Madrid

915 743 600

Equipo:

·​ Presidente: Carlos Lamela

·Director oficina de México: Carlos Gomez-Chinchón

 

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El agua, y su carestía, dejaban claro que Madrid tenía que crecer. Hacía falta un gran urbanista que diera orden a una ciudad que, con todos sus lastres, quería ingresar en la modernidad de Europa. Pedro María de Castro fue el elegido. Se ocuparía del Ensanche de la capital. Para ello utilizó como referente, salvando las distancias, el proyectado por Haussmann para Napoleón III en París. Era un tiempo de competición, en el que las grandes urbes europeas (Bruselas, Barcelona, Viena, Berlín, Milán y, desde luego, París) rivalizaban por crear los planes más novedosos y elegantes.

 

La solución adoptada por Pedro María de Castro fue una geometría brillante y bien pensada. Estableció como nuevo límite exterior un gran vial de ronda, en forma de semioctógono, y dividió su espacio interior a modo de una gran cuadrícula. Además aportó su visión. Creó algunos viales secundarios en ejes a 45º, diseñó sus avenidas, viales, manzanas, plazas, plazuelas. Dentro de este espacio nacieron las tres o cuatro áreas más importantes: pero destacaban, sobre todo, Salamanca y Chamberí.

Espronceda 32

Como es sabido, el distrito de Salamanca fue monopolizado por el Marqués que lleva su título nobiliario. Fue un hombre muy importante en aquella época. Buscaba esa modernidad que irradiaban otras ciudades de Europa. Pero, al igual que muchos visionarios y emprendedores, quiso abarcar operaciones muy complejas e ingentes, como la edificación de una semiciudad. Se arruinó. Pero su nombre aún designa a uno de los barrios más señoriales de Madrid.

 

Chamberí tuvo otra vida. Distinta. Primero, nació con un objetivo más modesto y popular. Tampoco había un mecenas detrás. ​ Esa frase tan castiza: “Soy madrileño de Chamberí”, procede más de la tradición que de la historia. Porque su nombre, su toponimia, quién lo diría: proviene de Francia. Chambery es como se llama una preciosa ciudad del país galo. El nombre le fue dado por un Regimiento militar francés, originario de esa zona, que se estableció en esas tierras madrileñas durante la ocupación francesa de España en el siglo XIX.

 

Derrotados los franceses, el área empezó a tener su propia personalidad y a lo largo de la primera mitad del siglo XX ya tenía su configuración actual. Esto demuestra cómo las ciudades se construyen lentamente y son fruto de sus muchas historias y acontecimientos; además de sus largos años.

 

Modesto de la Fuente 26

En el Chamberí de hoy suceden otras vidas. En este distrito tan querido se mezclan muchos mundos. Zonas, escribamos, más lujosas con otras, quizá, más bohemias o populares. Pero todas desprenden una sincera dignidad, y algunos edificios son de una factura maravillosa. Muestra de esa suma de sumas que es la arquitectura madrileña.

 

En lo personal, el distrito de Chamberí ha sido mi casa. Mi hogar. Viví cinco años en esa pequeña pero bellísima calle que es Españoleto. En el número, 26. Y a veces recuerdo el final del poema Regreso al hogar, de la premio Nobel Louise Glück: “Miramos el mundo una sola vez, en la infancia. El resto es memoria”. Fue mi primera vivienda de soltero y de casado. Unos 70 metros cuadrados en los que vivimos entre 1988 y1993. Después hubo cambios. De 1995 a 2007 encontré un ático en una finca que hacía esquina entre Fernández de la Hoz y García de Paredes. Un dúplex estupendo, donde mi mujer y yo tuvimos a nuestros hijos. Desde ahí, toda la familia “emigró” a Hortaleza. Una casa proyectada por mí y donde residimos actualmente.

 

Sin embargo, nunca nos hemos ido del todo. La primera vivienda de mis padres, y donde nacimos los dos hermanos mayores, de los cuatro que somos, Beatriz y yo, estuvo durante tres años en la calle General Goded (hoy General Arrando) dando esquina a Zurbano. Vamos, a pocos metros del número 26 de Españoleto.

 

Modesto de la Fuente 26

Pero la memoria, lo hemos visto, permanece. La vivienda más importante para nosotros siempre fue el ático de Fernández de la Hoz. Lo recuerdo muy bien. Tenía una bella terraza, y desde nuestro salón y dormitorio daba frente a frente al gran reloj de la torre de la Iglesia de la Milagrosa. Entonces ese reloj marcaba todas las horas del día, con todas sus medias y sus cuartos y, por supuesto, el Carrillón de mediodía. Pensábamos que nos íbamos a volver locos con ese continuo tañido. Pero nos acostumbramos de tal forma que acabamos por no oírlo; y ahora todos lo echamos mucho de menos.

 

Hay que recordar que, antes, los relojes de las iglesias podían funcionar sin interrupción. Actualmente la normativa acústica no lo permite. Era otra época.

Cuando salíamos a la calle, la vida, esas nubes y esos rayos de sol que pasan, era muy agradable. Caminar por sus calles, llenas, curiosamente, de mercerías; o las confiterías y pastelerías repicando los aromas de los obradores.

El destino, que siempre es una condición indispensable del ser humano, ha hecho que Estudio Lamela, la oficina que presido y que fundó mi padre, Antonio Lamela, haya proyectado varios edificios muy trascendentes en este extraordinario distrito. Por ejemplo, las Torres de Colón, importantísimo complejo de la ciudad de Madrid y en cuya batalla por la preservación de su estructura estamos inmersos. Existen otras muestras de esta profunda presencia, como el edificio Génova, 27 (antigua sede bancaria) o “La Pirámide”.

 

Curiosamente, o no tanto: pues, el destino es una presencia constante, hemos proyectado recientemente tres edificios de viviendas, que están tan cerca que casi podrían entablar un diálogo entre ellos. Espronceda, 32; Bretón de los Herreros, 44 y el edificio de Modesto Lafuente 26, semiesquina con la calle José Abascal, que, por cierto, ha sido galardonado con el prestigio premio Asprima-Sima, por su relevante arquitectura.

 

Estas tres actuaciones, de las que estamos muy orgullosos y satisfechos, ayudarán a dar a nuestro querido distrito su necesaria renovación, pero manteniendo siempre las características urbanas de este lugar tan bien pensado, consolidado y atractivo.

 

¡Larga vida a nuestro querido distrito de Chamberí, y, por supuesto, también a su madre, la preciosa ciudad francesa de Chambery!

 

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